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4 ago 2008

Cuento ganador del Nacional 2008


Los zapatos de mi hermano

Acabo de leer el cuento ganador del concurso del diario El Nacional, que publico a continuación, autorizado por su autor Heberto Gamero, y me quedé conmovido. No acostumbro a hacer reseñas, ni a fungir de crítico literario porque prefiero enfocarme en mis escritos, sin embargo, lo haré, como cuando uno responde un email a un amigo.
Me conmovió por esa añoranza de las cosas buenas del pasado, por las descripciones de los sitios donde se entrenaban, también entrené en los mismos lugares, por el final de la historia. Tengo un cuarto lugar en un triatlón nacional en el año 1986, y un tercero en el Indoors Triathlon 1-2-1 en un gimnasio de Cleveland en 1992, y sé lo que se siente cuando uno compite y... ese miedo a la incertidumbre de lo que nos espera. Y el amigo Gamero con su fino lenguaje, supo plasmar ese dolor grato al comienzo, insoportable antes de la llegada a la meta, y la complacencia de culminarlo sin importar la posición, de la mano de la figura del brother que ya no está y de excelentes metáforas para llegar a esa otra meta: un cuento excelente.
Más que un homenaje al fratello es una alegoría que motiva a seguir escribiendo sobre estos temas y a continuar con el entrenamiento.
Mejor lean el cuento y saquen sus propias conclusiones
A continuación el enlace del cuento
Los zapatos de mi hermano

Apenas llego a su apartamento en Margarita y entro al cuarto donde él solía dormir veo sus zapatos de correr en el piso del closet: los de marca famosa y aire en la goma. Recuerdo cuando los compró; los tenía puestos y me señaló sus pies con cierto regodeo. Eran flexibles como un guante usado, tan blancos que deslumbraban, de cordones gruesos, suaves y unas líneas ágiles de color azul se deslizaban a los lados para terminar en el símbolo que nítidamente los identificaba. Fue un domingo en la mañana, en la reunión que tradicionalmente hacemos en casa de Tita, donde nos contamos los chismes de la semana y tomamos el imantado café con leche que prepara una de las muchachas. Aunque seas menor que yo, me dijo Gonzalo sonriente, con estos no podrás alcanzarme; nada los iguala, son tan livianos que no se sienten y el colchón de aire que encierra la suela ayuda a una pisada más suave, ya verás. Yo admiré los zapatos de mi hermano y reí con él, confiado, sabiendo que aunque un día se sienta con ánimos de dejarme atrás, siempre esperará a que yo lo iguale para cruzar juntos la meta.
Así ocurrió en el Maratón de Caracas en 1984. Durante meses nos preparamos .....

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