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30 ago 2020

Ser impecable con el lenguaje o…

Ser impecable con el lenguaje o…

—Volverse  caca... Mi, no entender "none" indicó la dama de cabellos grises con acento de “norte-maricana”  en aquellos tiempos cuando cualquier extranjero aún  podía salir a la calle sin miedo a ser atracado. 
—No se preocupe señora… yo también estoy casi igual que usted... "lost" —expresé antes de señalarle la dirección que deseperadamente  buscaba. Era una de las calles de Sábana Grande; pero, no de la Gran Sabana afortunadamente…  a donde la habían mandado esos "hijosdealgo", y no precisamente quijotescos. 
   Poco antes de que la  anciana "lady" me detuviera había alcanzado a oír cómo una joven pareja  —utilizando un probable léxico del Neolítico donde escasas "palabras" fungen, cual "jokers" en una partida de rummi, de muletas para sostener a un lenguaje prematuramente desahuciado— habían intentado enviar a la extraviada turista al altiplano venezolano del Precámbrico.
   Ahora, siglo XXI, me pregunto:  ¿Qué instrumento debe usar el entendedor para descifrar el verdadero significado de tal pobreza de lenguaje?, ¿la entonación?, ¿las señas?, ¿la cadencia?, ¿la intención?
 O ¿serán estas "conversas" simplemente diálogos hipócritas de sordos para pasar el tiempo y suavizar la soledad "in crescendo" de hoy en día? Incluso, estos jóvenes mientras "chateaban" habían "tatuado", con tinta indeleble verbal, la palabra “marica” unas cuantas veces en la personalidad de la infortunada turista , y aún contra su voluntad.



He leído y escuchado de conocedores esa teoría de que el lenguaje lo hace el habla popular, quién decide sí o no utilizar tal o cual expresión por determinado tiempo hasta hacerla parte de la expresión cotidiana y obligarla a  entrar en el diccionario de la respectiva lengua. Es lógica esa explicación y habría que agregar, creo, que el lenguaje ha sido impuesto por conquistadores y sometedores a través de la historia a los pueblos sometidos. 
    Sin embargo, ahora es preocupante tal mendicidad comunicacional y me preguntó si eso tendrá algo que ver con las redes sociales, el nuevo conquistador adoctrinante y sometedor de la impotente población mundial de hoy en día. 

     Esta entrada la escribí hace unos cuantos años y todavía es preocupante el asunto del lenguaje hoy, agosto de 2020. Sigue tan vigente la inquietud  como en aquel entonces; y aunque algunos la consideren prosaica, esa era y es la intención.
   Debido al hecho notable de que últimamente más jóvenes, incluso adultos y profesionales, se han ido sumando  en la práctica de este nuevo deporte unisex de lanzar al viento palabras vulgares según el diccionario, groseras según otros, y con significados diferentes a los que según la lengua oficial les corresponde en el correcto uso del habla, he dado vida de nuevo a esta entrada.

    Estuve dándole vueltas de tuerca al tema de la impecabilidad  de la palabra o, mejor dicho, de la "indigencia de la palabra"  si se le evaluá desde la perspectiva del lado vacío y no del vaso medio lleno, durante algún tiempo, a veces sintiéndome incapaz de hacer  llegar este tópico a la reflexión del  lector común de este país, que quizás, ante tantas crisis, ya se sintió sumido en la vibrante abulia, la viva apatía o el salvaje desinterés por la palabra escrita.
    Como ejemplo de tal escasés de sentido común, podría nombrarse, sin mencionarse, a “la vergüenza venezolana”, al ilegítimo que jura que las palabras terminadas en "a" pertenecen al  género femenino o las terminadas en "e"  al masculino,  quien desde su curul las viola sin preservativos  a su antojo ante los ojos de quienes deberían proteger la pureza del idioma. Lo sorprendente es que esto lo hace como si fuera lo más sano para la comunicación. Es evidente que para estos inválidos de vocabulario la frase aquella de “el verbo crea” es equiparable a  “el verbo me sabe ”.
   Para estos parapléjicos de lenguaje uno de los más "útiles"  comodines, además del antiguo “güon” de los años ochenta, es la palabra “marica” o “marico”…  a la cual, por lo menos, sí se han preocupado en diferenciarle el género; aunque la palabra en sí ya tiene implícita una ambigüedad de género y habria que incluirla en el grupo  LGBT gramátical cuando la Academia de la Lengua así lo pronuncie, no me extralñaría dentro de poco.  Incluso este  ya simpático "joker" llega a espacios no reservados para el mismo, como la universidad. Hace poco cuando fui a consulta odontológica en la Casa Magna de estudios, UCV,  me atendió un joven estudiante de postgrado y lo primero que dijo fue “Ok, marico, abre la boca"; aunque, seguidamente se corrigió al darse cuenta de su indiscreción con “disculpe, señor”.

     Por eruditos es conocido el hecho de que desde el momento en que brota la palabra de los labios ya lleva una intención. "El Verbo crea", nos dice la Biblia ya en su primer capítulo y es con la expresión de las palabras que se hace la luz.
    Por otro lado, con respecto a la influencia del lenguaje en el reforzamiento de la personalidad, Giovanni, un amigo psicoterapeuta profesional, "medio loco" como todos ellos, expresó sentirse preocupado por el uso creciente de la palabra “maric@” entre la juventud de ambos sexos y otros. Él asegura que la energía verbal que lleva la palabrita, asumiendo a verbo como acción,  distorsiona la sexualidad por tanto repetirse; y agrega "no me extraña el auge de tanto homosexual en los últimos años, sin que ellos mismos conozcan la razón de su cambio, de su salida inesperada del closet, o  de esas extrañas frías gotas de agua en su canoa."
 —A mí que no ve vengan con esa palabrita porque los mando de una vez al carajo —expresó desconociendo que "carajo" no es ninguna grosería sino simplemente es la cesta que hay en algunas vergas de las embarcaciones—. Lo que quieren es minimizarlo a uno a nivel energético.
  Coincido totalmente con él con respecto a la intención de ese "comodín", ya no oculta: desprestigiar, oscurecer, incomunicar y por ende dominar. ¿Lo habrán logrado ya estos lidercillos políticos?
  —Por supuesto que lo han logrado —digo yo, aunque él todavía duda, ya que se inspira en un muñeco de cera—.  Por esa  razón, además del "pantaletismo" militar que ahora se convirtió en opresor de los civiles, es que se mantiene en el poder el lumpen del lumpen — "la merdede la merde" en buen tono musiú— más grande existido en la historia de Venezuela.  Quizás dentro de unas cuantas décadas los historiadores plasmarán, con impecable lenguaje, el origen de toda esta debacle moral: arranca por el abuso de la simbología de la lengua.
    Desde el origen de los tiempos las culturas avanzadas han respetado y hecho respetar su lengua. Los toltecas, decían que el lenguaje es el código que utilizamos los humanos para comunicarnos y comprendernos. Cada letra y cada palabra de cada lengua es un acuerdo. Llamamos a esto una "página" de un libro. La palabra “página” es un acuerdo que comprendemos. 
Una vez entendemos el código, nuestra atención queda atrapada, y la energía, que esto implica, se transfiere de una persona a otra. Para entender mejor este trabalenguas, anexo el enlace que contiene uno de los pactos del libro de Miguel Ruiz, “Los cuatro acuerdos”.
Véase el enlace:  El primer acuerdo




     Razón tenía el Maestro Jesús cuando expresó: no es lo que entra en la boca lo que perjudica al hombre, sino lo que sale de ella porque viene del corazón. En otras palabras, los toltecas quieren decir lo mismo: las palabras son como un alimento que nutre nuestra personalidad, si la alimentas con miedo, desprestigio, críticas, culpa, etc., entonces en eso te conviertes... somos lo que comemos.

    Ahora me pregunto: ¿Será posible ser impecable con la palabra y más en el lenguaje escrito?
   Los lingüistas o estudiosos de la lengua española, comenzando por Don Andrés Bello, pasando por Ángel Rosenblat y revisando los artículos en primera persona del plural de Alexis Márquez Rodríguez, sostienen que el lenguaje lo hace el habla popular y añaden que cuanto más se use un vocablo por el común de la gente, aunque anteriormente fuera aceptado por la Academia erróneamente tanto por escrito o hablado, aquel pasará a formar parte del idioma y el diccionario tendría que añadirlo, pudiendo quedar la fórmula anterior, aunque correcta gramaticalmente, como un arcaísmo.
   Pero, ¿qué ocurre cuando el habla popular desvirtúa el lenguaje, utiliza la gramática erróneamente y/o emplea un mismo vocablo para referirse a múltiples conceptos tal como sucede hoy en día?  Pues sencillamente envilece la lengua, obstaculiza la comunicación y embrutece el alma, la cual se vale de tal instrumento para avanzar.


En la escritura, que no es más que llevar a impreso la oralidad, la impecabilidad de la palabra vendría supeditada al uso más adecuado a la situación y al momento que se narre, describa, ensaye, copie o ejemplarice, a la acción coherente de los personajes, y a la pasión o sentimiento que  pueda despertar  en el lector. Así sería absurdo poner en boca de un "colectivo" violento —cuya "tarifa" mensual supera varios sueldos mínimos— palabras con una prosa educada; sería como vestir un frac con chancletas de goma para ir a un matrimonio en el Country Club; o poner bajo el bigote del dictador palabras de solicitud auténtica para trabajar por el país y en contra la corrupción… imposible, sería  como ponerse la soga al cuello el mismo, un "auto-suicidio" diría él mismo.
    De seguir así como vamos, degenerando la palabra, el siguiente párrafo sacado de una conversación entre amigas no causaría ningún asombro. De hecho hoy 2020, no causa asombro y disculpen el ejemplo, pero si alguien es pensante y no puritano ya se habrá dado cuenta de la intención.

—Marica, ¿terminaste con el marico ese que andaba con mariqueras contigo?
—Claro, marica. Ese era un mariquito hijo de la gran marica… ahora estoy saliendo con tremendo maricón con carro y  que no anda con mariqueras.

    Lo misterioso de este diálogo es que ellas, y otros tantos, parecen entenderse sin complicaciones… quizás por la entonación, las muecas, o los gestos al hablar porque dudo aunque ya no tanto como antes que se deba al desarrollo de la intuición o a transmisión de imágenes mentales. Pues de ser así el caso sería conveniente entonces convertirnos en meditadores y utilizar el silencio como medio de comunicación, donde el Marcel Marceau más avanzado sería aquel que logre hacerse entender mejor. 
Y, ¿para qué?, ya no sería importante cuestionarse el hecho de si la palabra es impecable o no... y este artículo no tendría sentido y se perdería en el olvido de los olvidados.
   Reflexionando me cuestiono si aquella frase de que "nacimos en pecado", que inventaron los más pícaros para mantener sometidos a los más ignorantes mediante diferentes dogmas convertidos en religiones si no me crees "googlea" los concilios y tendrás con qué entretenerte un rato, no podrá aplicarse también al lenguaje.  
    O sea, ¿la lengua también nace en pecado? 
    De ser así, pues que Dios nos agarre confesados... aunque, ¿cómo confesarnos con Él cuando sabemos que la palabra más impecable es aquella que no se dice porque no implica juicio?


Henrique J. Albornoz Miliani
Septiembre 2014
Editado Agosto 2020

18 ago 2020

Ser fiel a la literatura.

 "Ser fiel a la literatura"

Siempre tengo presentes estas palabras cuando quiero cambiar mi estilo por hacerlo accesible al lector profano, o cuando para ganar el metálico me veo tentado a profanar a la diosa cual si fuera una meretriz.

"Vivir atemoriza"... y mucho más cuando te dejan tus  verdaderos amigos y tus seres queridos.

"La noche es una estación"... espero que algún día vuelvan a coincidir nuestras estaciones para disfrutar del infaltable vino en esos post-talleres con el grupo de amigos.

"ABC de la Intuición"... mas no el omega de la emoción.

Algunos de los títulos de sus novelas resuenan y se materializan desde los pasillos de mi Imaginación.

Tantas frases que sabiamente, emitidas a viva voz, o calladamente sobre el papel, por mi amigo el escritor Sael Ibañez, estarán presentes en lo que me resta de vida. Presentes cuando vierta convertidas en letras el contenido de ese misterioso sifón de vino imaginario. 

Son muchas las enseñanzas por lo cual sentirse agradecido y orgulloso con la razón, pero prefiero transcribir lo que me dictó la triste emoción el día de su partida.



"La diosa Literatura nunca abandona a quien le es fiel”

El reloj de la Previsora indicaba las 6,30 pm cuando pasaba por la Plaza Venezuela en bicicleta acompañado de un dolor profundo en el pecho y con algunos recuerdos de un gran amigo y tambíen de los de mi madre que se mezclaron y brotaron subitamente a mi mente y se “sentaron en el tubito” de la bicicleta sin pedirme permiso. Por supuesto, no pude evitar emitir el sollozo que guardaba desde hacia tiempo en algún lugar recóndito de mi alma y al cual hoy se le ocurrió salir. Gracias a que no habían personas cerca --el aislamiento, debido a la carencia de gasolina y no a este bichito manipulado, es innegable--, y a esa especie de “interior Ovejita recortado” que nos cubre el chacra de la comunicación, y que lo amortiguó, nadie pudo escucharlo.

Ya estaba oscureciendo y me detuve un momento a reflexionar, sorprendido. de tan extraña emoción que me abrazó tan de repente. Mi inflado Ego, no podía creerse que yo fuera tan sentimental. Mi ego no podía permitir que mi machismo interno pudiera expresar una emoción dolorosa en público. Yo, decía mi ego, el carajo con un coeficiente muy por encima de lo normal que compitió y quedó entre los primeros en cada universidad donde estudió. Yo, el insensible, que aguantaba hasta 10 horas pedaleando sin parar, el que se iba en bicicleta hasta Maracay para cumplir una promesa frustrada, o subía a Sabas Nieves 5 veces seguidas antes de hacer 200 barras en 15 minutos cada primero de Enero. Yo, el antiparabólico, que supuestamente ignora las ofensas de los también supuestos amigos con una sonrisa en los labios, el que esquiva los reproches haciéndose pasar porque el que no los entiende. Yo, el que prefiere caerse a puños antes de ofender con el verbo. Yo, me repetía mi ya no tan inflado ego, quien se vacila al lector respetuosamente, confundiéndolo con respuestas ingeniosas, en boca de personajes que son mi “alter”, que usa palabras soezes ante los exquisitos o cursilismos ante los ordinarios... está dejando salir sendas lágrimas... y peor aún, sin poderlas detener. “Y ni siquiera el tipo hace el intento por detenerlas... y hasta las expone en público.”.

¿Sería que me afectaron esos 4 tragos de un ron callejero, barato, pero no por eso malo, que había bebido minutos antes, con otro amigo en común, para brindar por el gran amigo que hoy nos dejaba sin despedirse: Sael ibáñez?


Palabras de agradecimiento sí existen y sobran... gracias, arigato, thanks, graciee, etc. etc. etc… en todos los idiomas y variantes, y las resumo en una frase: “Te lo agradezco Sael”.
Las que no se encuentran a veces, bien sea que uno las busque y las procese con el lóbulo cerebral, o bien sea que uno las atrape con la imagimación desde esa base de datos infinita y sabia llamada Insconciente Colectivo -siempre y cuando ellas se dejen atrapar también- , son esas palabras precisas para expresar puntualmente lo que se siente. Es difícil y duro encontrarlas; aunque muchos ya la intuyen, es un proceso subjetivo y mental, como toda la substancia existente en el Universo.

Sael, ese seminarista renegado a convertirse en titiritero de almas piadosas, no sólo fue mi mentor en la literatura, que me animó a seguir escribiendo cuando cursé por primera vez en el taller de narrativa del Centro Cultural Trasnocho y le presenté mi primer cuento antes de publicarse en español, sino también bien fue un Gran amigo, un alma noble, una persona sin mezquindades de ningún tipo, tanto cuando compartía una historia literaria con una copa de vino en la mano honrando a ese dios olvidado, Dionisos, ante el taller de narrativa o ante su amada peña Sinenonime, como él la denominó, como también cuando compartía un secreto ante los "panas". Una vez me expresó una paradoja cuando le comentaba sobre mi inclusión en la metafísica, el ocultismo y demás yerbas; “Mi pana Henrique, tú sabes que yo no creo en lo mismo que tú... en eso de los espirítus y de la mente; pero, tampoco lo descreo, ya que tienes razón en lo que escribes… y te confieso una cosa: yo le rezó a la Virgen”.

Y no me sorprendió, porque en ese instante entendí aquello que nos hace humanos y nos diferencia del resto de los animales: el reconocimiento a esa Fuerza Superior que nos creó y a la que estamos destinados inequívocamente a pedir ayuda en los momentos de flaqueza, dolor, incertidumbre, incomprensión y debilidad durante nuestrol transitar por este planeta.

Después de auto asombrarne un poco, y de sentirme orgulloso otro poco por haber descubierto la razón de mi asombro, continué mi camino a la casa. Ya oscurecería y quizás pudiera tropezarme con algo inesperado, como generalmente ocurre cuando uno se encuentra en estos estados emotivos no estadísticamente normales. Por supuesto, que me encontré con un fenómeno en la oscuridad antes de llegar a mi casa en la esquina de la ruta, pero no lo quiero mencionar en esta artículo. Así que después de dejar en la plaza a aquellos recuerdos, algo repuesto, llegué a la super acordonada “calle de los hoteles”, ya no habitados por prostitutas sino por supuestos enfermos de COVID-19. Seguí maniobrando a lo largo del Guaire, esquivando los huecos tapados por la lluvia y no por la Alcaldía, y siempre maquinando cuál sería la mejor manera de dar gracias a un reconocido escritor, amigo de verdad. Y aquí me encuentro: golpeando las teclas. !Que mejor manera para pagarle a alguien sino con la misma moneda y con el corazón en la mano!

No acostumbro a escribir notas necrológicas, ni mucho menos expresar lamentos --ya no con tinta o grafito sino pulsando blanca letras impresas en un fondo negro-- para que me lean o me interpreten. Lo que sí quisiera expresar es mi reiterado agradecimiento a un gran amigo, por ayudarme a desvelar parcialmente a esa diosa llamada Literatura. Sael, ya no tan espontáneamente como solía ser, bien decía: ”hay que serle fiel y ella te recompensará”, “ella selecciona a quien la representa”, “son los Elegidos”.

Gracias Sael por haberme ayudado a descubrir a grandes autores, por empujarme a explorar algunos de los rincones de las letras que están vedados a muchos, por animarme a mantener mi escritura. “Tienes que escribir lo más que puedas porque podría ser que te seques y para salir de la sequedad es bien difícil”. Gracias por tus consejos, por tu entusiasmo que me impulsó a llevar sobre la espalda de las letras un mensaje de esperanza y aliento a otros que también se inician en este camino. Pero, más que todo, gracias por ser un gran amigo, por creer en mi y en mis “sobrenaturales técnicas” para escribir,

¿CÓMO UNA PERSONA QUE SOLO HA LEÍDO LA GACETA HÍPICA PUEDE ESCRIBIR ASÍ? decías antes de tu estruendosa carcájada para echar broma en el taller y en la peña. Antes me molestaba porque no quería ser visto como un fenómeno sortario, por otro lado mis amigos acdémicos o deportistas me decían lo contrario: que era un ratón de biblioteca. En fin cada persona tiene una imagen diferente del prójimo, aunque eso es más que un reflejo que vemos en los otros de una parte de nosotros mismos.

 Ahora lo entiendo, no era para fastidiarme a mí, sino todo lo contrario. Tú, que eres el maesrro de la humildad, el que se hacía pasar por un chabacano con pico de oro, por un campesino bebedor de caña en una fiesta de universitarios, por el lector insaciable bonachón, tolerante al máximo de los errores de escritura de tus alumnos, eras en realidad lo que se denomina: un sabio.

Sé que en algún momento te sentirás orgulloso de tu pupilo, como una vez lo estuviste junto a mi madre cuando se hizo la presentación de mi primer libro en el parque del Este, y espero que estás palabras lleguen a ti de alguna manera.

Aparecerán en mi muro de Face primeramente; pero te aseguro que desde algún lugar, quizás enseñando a otros junto a tus ancestros, o armando una parranda con tus amigos del Más Allá, te sentirás orgulloso de muchos de tus pupilos, por haber visto la cosecha de lo que sembraste en el campo de los escritores del futuro.

QEPD Sael… o mejor dicho, QEBD (que en bonche descanses)

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