UN BLOG PARA LOS INTERESADOS EN DAR A CONOCER SUS INQUIETUDES LITERARIAS, COMENTAR LIBROS, PELÍCULAS O ... SIMPLEMENTE COMPARTIR SUS SUEÑOS.



10 ago 2008

Un regalo de vacaciones


Muchas veces, sobre todo cuando tenemos el bolsillo roto, nos preocupamos sobre qué regalarle a un ser querido, o a un amigo, o novia. Otras veces no asistimos a una reunión porque no tenemos como contribuir en relación con lo que aportan los otros asistentes. La vida de muchos es como un subibaja, a veces estamos en la parte descendente y nos olvidamos que volveremos a estar arriba de nuevo y nos olvidamos que las cosas hermosas de la vida no tienen precio. Y llega el día de obsequiar algo -!precisamente ahora !- y no se nos ocurre que con solamente usar el ingenio y la buena intención podemos dar algo sencillo e inapreciable.

Mi regalo de vacaciones para los que visitan este blog son estos dos cuentos cortos. Uno de Ray Bradbury, sencillo, no tan futurista, porque se sitúa en el año 2052 y denominado El Regalo.

El otro de O. Henry, irónico, que demuestra que lo importante es la buena intención y no lo material.

Los dos cuentos se relacionan con la navidad, pero si investigamos lo que significa navidad, cualquier moemento es apropiado para un obsequio.


EL REGALO
Ray Bradbury
Mañana sería Navidad, y aún mientras viajaban los tres hacia el campo de cohetes, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo por el espacio del niño, su primer viaje en cohete, y deseaban que todo estuviese bien. Cuando en el despacho de la aduana los obligaron a dejar el regalo, que excedía el peso límite en no más de unos pocos kilos, y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban la fiesta y el cariño.
El niño los esperaba en el cuarto terminal. Los padres fueron allá, murmurando luego de la discusión inútil con los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?
-Nada, nada. ¿Qué podemos hacer?
-¡Qué reglamentos absurdos!
-¡Y tanto que deseaba el árbol!
La sirena aulló y la gente se precipitó al cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar, y el niño entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo- dijo el padre.
-¿Qué?...- preguntó el niño.
Y el cohete despegó y se lanzaron hacia arriba en el espacio oscuro. El cohete se movió y dejó atrás una estela de fuego, y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, subiendo a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea, según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
Había un único ojo de buey, una "ventana" bastante amplia, de vidrio tremendamente grueso, en la cubierta superior.
-Todavía no- dijo el padre. -Te llevaré más tarde.
-Quiero ver donde estamos y adonde vamos.
-Quiero que esperes por un motivo- dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y otro, pensando en el regalo abandonado, el problema de la fiesta, el árbol perdido y las velas blancas. Al fin, sentandosé, hacía apenas cinco minutos, creyó haber encontrado un plan. Si lograba llevarlo a cabo este viaje sería en verdad feliz y maravilloso.
-Hijo- dijo -,dentro de media hora, exactamente, será Navidad.
-Oh- dijo la madre consternada. Había esperado que, de algún modo, el niño olvidaría.
El rostro del niño se encendió. Le temblaron los labios.
-Ya lo sé, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron...
-Sí, sí, todo eso y mucho más- dijo el padre.
-Pero...- empezó a decir la madre.
-Sí- dijo el padre- Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo enseguida.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Puedo tener tu reloj?- preguntó el niño.
Le dieron el reloj y el niño sostuvo el metal entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el movimiento insensible.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-A eso vamos- dijo el padre y tomó al niño por el hombro.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya entenderás. Hemos llegado- dijo el padre.
Se detuvieron frente a la puerta cerrada de una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, en código. La puerta se abrió y la luz llegó desde la cabina y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo- dijo el padre.
-Está oscuro.
-Te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró, y el cuarto estaba, en verdad, muy oscuro. Y ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, ojo de buey, una ventana de un metro y medio de alto y dos metros de ancho, por la que podían ver el espacio.
El niño se quedó sin aliento.
Detrás, el padre y la madre se quedaron también sin aliento, y entonces en la oscuridad del cuarto varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo- dijo el padre.
Y las voces en el cuarto cantaban los viejos, familiares villancicos; y el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el vidrio frío del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, mirando simplemente el espacio, la noche profunda, y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas...



El regalo de los Reyes Magos

O. Henry

Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y setenta centavos estaban en céntimos. Céntimos ahorrados, uno por uno, discutiendo con el almacenero y el verdulero y el carnicero hasta que las mejillas de uno se ponían rojas de vergüenza ante la silenciosa acusación de avaricia que implicaba un regateo tan obstinado. Delia los contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad.
Evidentemente no había nada que hacer fuera de echarse al miserable lecho y llorar. Y Delia lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con predominio de los lloriqueos.
Mientras la dueña de casa se va calmando, pasando de la primera a la segunda etapa, echemos una mirada a su hogar, uno de esos departamentos de ocho dólares a la semana. No era exactamente un lugar para alojar mendigos, pero ciertamente la policía lo habría descrito como tal.
Abajo, en la entrada, había un buzón al cual no llegaba carta alguna, Y un timbre eléctrico al cual no se acercaría jamás un dedo mortal. También pertenecía al departamento una tarjeta con el nombre de "Señor James Dillingham Young".
La palabra "Dillingham" había llegado hasta allí volando en la brisa de un anterior período de prosperidad de su dueño, cuando ganaba treinta dólares semanales. Pero ahora que sus entradas habían bajado a veinte dólares, las letras de "Dillingham" se veían borrosas, como si estuvieran pensando seriamente en reducirse a una modesta y humilde "D". Pero cuando el señor James Dillingham Young llegaba a su casa y subía a su departamento, le decían "Jim" y era cariñosamente abrazado por la señora Delia Dillingham Young, a quien hemos presentado al lector como Delia. Todo lo cual está muy bien.
Delia dejó de llorar y se empolvó las mejillas con el cisne de plumas. Se quedó de pie junto a la ventana y miró hacia afuera, apenada, y vio un gato gris que caminaba sobre una verja gris en un patio gris. Al día siguiente era Navidad y ella tenía solamente un dólar y ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Había estado ahorrando cada centavo, mes a mes, y éste era el resultado. Con veinte dólares a la semana no se va muy lejos. Los gastos habían sido mayores de lo que había calculado. Siempre lo eran. Sólo un dólar con ochenta y siete centavos para comprar un regalo a Jim. Su Jim. Había pasado muchas horas felices imaginando algo bonito para él. Algo fino y especial y de calidad -algo que tuviera justamente ese mínimo de condiciones para que fuera digno de pertenecer a Jim. Entre las ventanas de la habitación había un espejo de cuerpo entero. Quizás alguna vez hayan visto ustedes un espejo de cuerpo entero en un departamento de ocho dólares. Una persona muy delgada y ágil podría, al mirarse en él, tener su imagen rápida y en franjas longitudinales. Como Delia era esbelta, lo hacía con absoluto dominio técnico. De repente se alejó de la ventana y se paró ante el espejo. Sus ojos brillaban intensamente, pero su rostro perdió su color antes de veinte segundos. Soltó con urgencia sus cabellera y la dejó caer cuan larga era.
Los Dillingham eran dueños de dos cosas que les provocaban un inmenso orgullo. Una era el reloj de oro que había sido del padre de Jim y antes de su abuelo. La otra era la cabellera de Delia. Si la Reina de Saba hubiera vivido en el departamento frente al suyo, algún día Delia habría dejado colgar su cabellera fuera de la ventana nada más que para demostrar su desprecio por las joyas y los regalos de Su Majestad. Si el rey Salomón hubiera sido el portero, con todos sus tesoros apilados en el sótano, Jim hubiera sacado su reloj cada vez que hubiera pasado delante de él nada más que para verlo mesándose su barba de envidia.
La hermosa cabellera de Delia cayó sobre sus hombros y brilló como una cascada de pardas aguas. Llegó hasta más abajo de sus rodillas y la envolvió como una vestidura. Y entonces ella la recogió de nuevo, nerviosa y rápidamente. Por un minuto se sintió desfallecer y permaneció de pie mientras un par de lágrimas caían a la raída alfombra roja.
Se puso su vieja y oscura chaqueta; se puso su viejo sombrero. Con un revuelo de faldas y con el brillo todavía en los ojos, abrió nerviosamente la puerta, salió y bajó las escaleras para salir a la calle.
Donde se detuvo se leía un cartel: "Mme. Sofronie. Cabellos de todas clases". Delia subió rápidamente Y, jadeando, trató de controlarse. Madame, grande, demasiado blanca, fría, no parecía la "Sofronie" indicada en la puerta.
-¿Quiere comprar mi pelo? -preguntó Delia.
-Compro pelo -dijo Madame-. Sáquese el sombrero y déjeme mirar el suyo.
La áurea cascada cayó libremente.
-Veinte dólares -dijo Madame, sopesando la masa con manos expertas.
-Démelos inmediatamente -dijo Delia.
Oh, y las dos horas siguientes transcurrieron volando en alas rosadas. Perdón por la metáfora, tan vulgar. Y Delia empezó a mirar los negocios en busca del regalo para Jim.
Al fin lo encontró. Estaba hecho para Jim, para nadie más. En ningún negocio había otro regalo como ése. Y ella los había inspeccionado todos. Era una cadena de reloj, de platino, de diseño sencillo y puro, que proclamaba su valor sólo por el material mismo y no por alguna ornamentación inútil y de mal gusto... tal como ocurre siempre con las cosas de verdadero valor. Era digna del reloj. Apenas la vio se dio cuenta de que era exactamente lo que buscaba para Jim. Era como Jim: valioso y sin aspavientos. La descripción podía aplicarse a ambos. Pagó por ella veintiún dólares y regresó rápidamente a casa con ochenta y siete centavos. Con esa cadena en su reloj, Jim iba a vivir ansioso de mirar la hora en compañía de cualquiera. Porque, aunque el reloj era estupendo, Jim se veía obligado a mirar la hora a hurtadillas a causa de la gastada correa que usaba en vez de una cadena.
Cuando Delia llegó a casa, su excitación cedió el paso a una cierta prudencia y sensatez. Sacó sus tenacillas para el pelo, encendió el gas y empezó a reparar los estragos hechos por la generosidad sumada al amor. Lo cual es una tarea tremenda, amigos míos, una tarea gigantesca.
A los cuarenta minutos su cabeza estaba cubierta por unos rizos pequeños y apretados que la hacían parecerse a un encantador estudiante holgazán. Miró su imagen en el espejo con ojos críticos, largamente.
"Si Jim no me mata, se dijo, antes de que me mire por segunda vez, dirá que parezco una corista de Coney Island. Pero, ¿qué otra cosa podría haber hecho? ¡Oh! ¿Qué podría haber hecho con un dólar y ochenta y siete centavos?."
A las siete de la noche el café estaba ya preparado y la sartén lista en la estufa para recibir la carne.
Jim no se retrasaba nunca. Delia apretó la cadena en su mano y se sentó en la punta de la mesa que quedaba cerca de la puerta por donde Jim entraba siempre. Entonces escuchó sus pasos en el primer rellano de la escalera y, por un momento, se puso pálida. Tenía la costumbre de decir pequeñas plegarias por las pequeñas cosas cotidianas y ahora murmuró: "Dios mío, que Jim piense que sigo siendo bonita".
La puerta se abrió, Jim entró y la cerró. Se le veía delgado y serio. Pobre muchacho, sólo tenía veintidós años y ¡ya con una familia que mantener! Necesitaba evidentemente un abrigo nuevo y no tenía guantes.
Jim franqueó el umbral y allí permaneció inmóvil como un perdiguero que ha descubierto una codorniz. Sus ojos se fijaron en Delia con una expresión que su mujer no pudo interpretar, pero que la aterró. No era de enojo ni de sorpresa ni de desaprobación ni de horror ni de ningún otro sentimiento para los que que ella hubiera estado preparada. Él la miraba simplemente, con fijeza, con una expresión extraña.
Delia se levantó nerviosamente y se acercó a él.
-Jim, querido -exclamó- no me mires así. Me corté el pelo y lo vendí porque no podía pasar la Navidad sin hacerte un regalo. Crecerá de nuevo ¿no te importa, verdad? No podía dejar de hacerlo. Mi pelo crece rápidamente. Dime "Feliz Navidad" y seamos felices. ¡No te imaginas qué regalo, qué regalo tan lindo te tengo!
-¿Te cortaste el pelo? -preguntó Jim, con gran trabajo, como si no pudiera darse cuenta de un hecho tan evidente aunque hiciera un enorme esfuerzo mental.
-Me lo corté y lo vendí -dijo Delia-. De todos modos te gusto lo mismo, ¿no es cierto? Sigo siendo la misma aún sin mi pelo, ¿no es así?
Jim pasó su mirada por la habitación con curiosidad.
-¿Dices que tu pelo ha desaparecido? -dijo con aire casi idiota.
-No pierdas el tiempo buscándolo -dijo Delia-. Lo vendí, ya te lo dije, lo vendí, eso es todo. Es Nochebuena, muchacho. Lo hice por ti, perdóname. Quizás alguien podría haber contado mi pelo, uno por uno -continuó con una súbita y seria dulzura-, pero nadie podría haber contado mi amor por ti. ¿Pongo la carne al fuego? -preguntó.
Pasada la primera sorpresa, Jim pareció despertar rápidamente. Abrazó a Delia. Durante diez segundos miremos con discreción en otra dirección, hacia algún objeto sin importancia. Ocho dólares a la semana o un millón en un año, ¿cuál es la diferencia? Un matemático o algún hombre sabio podrían darnos una respuesta equivocada. Los Reyes Magos trajeron al Niño regalos de gran valor, pero aquél no estaba entre ellos. Este oscuro acertijo será explicado más adelante.
Jim sacó un paquete del bolsillo de su abrigo y lo puso sobre la mesa.
-No te equivoques conmigo, Delia -dijo-. Ningún corte de pelo, o su lavado o un peinado especial, harían que yo quisiera menos a mi mujercita. Pero si abres ese paquete verás por qué me has provocado tal desconcierto en un primer momento.
Los blancos y ágiles dedos de Delia retiraron el papel y la cinta. Y entonces se escuchó un jubiloso grito de éxtasis; y después, ¡ay!, un rápido y femenino cambio hacia un histérico raudal de lágrimas y de gemidos, lo que requirió el inmediato despliegue de todos los poderes de consuelo del señor del departamento.
Porque allí estaban las peinetas -el juego completo de peinetas, una al lado de otra- que Delia había estado admirando durante mucho tiempo en una vitrina de Broadway. Eran unas peinetas muy hermosas, de carey auténtico, con sus bordes adornados con joyas y justamente del color para lucir en la bella cabellera ahora desaparecida. Eran peinetas muy caras, ella lo sabía, y su corazón simplemente había suspirado por ellas y las había anhelado sin la menor esperanza de poseerlas algún día. Y ahora eran suyas, pero las trenzas destinadas a ser adornadas con esos codiciados adornos habían desaparecido.
Pero Delia las oprimió contra su pecho y, finalmente, fue capaz de mirarlas con ojos húmedos y con una débil sonrisa, y dijo:
-¡Mi pelo crecerá muy rápido, Jim!
Y enseguida dio un salto como un gatito chamuscado y gritó:
-¡Oh, oh!
Jim no había visto aún su hermoso regalo. Delia lo mostró con vehemencia en la abierta palma de su mano. El precioso y opaco metal pareció brillar con la luz del brillante y ardiente espíritu de Delia.
-¿Verdad que es maravillosa, Jim? Recorrí la ciudad entera para encontrarla. Ahora podrás mirar la hora cien veces al día si se te antoja. Dame tu reloj. Quiero ver cómo se ve con ella puesta.
En vez de obedecer, Jim se dejo caer en el sofá, cruzó sus manos debajo de su nuca y sonrió.
-Delia -le dijo- olvidémonos de nuestros regalos de Navidad por ahora. Son demasiado hermosos para usarlos en este momento. Vendí mi reloj para comprarte las peinetas. Y ahora pon la carne al fuego.
Los Reyes Magos, como ustedes seguramente saben, eran muy sabios -maravillosamente sabios- y llevaron regalos al Niño en el Pesebre. Ellos fueron los que inventaron los regalos de Navidad. Como eran sabios, no hay duda que también sus regalos lo eran, con la ventaja suplementaria, además, de poder ser cambiados en caso de estar repetidos. Y aquí les he contado, en forma muy torpe, la sencilla historia de dos jóvenes atolondrados que vivían en un departamento y que insensatamente sacrificaron el uno al otro los más ricos tesoros que tenían en su casa. Pero, para terminar, digamos a los sabios de hoy en día que, de todos los que hacen regalos, ellos fueron los más sabios. De todos los que dan y reciben regalos, los más sabios son los seres como Jim y Delia. Ellos son los verdaderos Reyes Magos.

4 ago 2008

Cuento ganador del Nacional 2008


Los zapatos de mi hermano

Acabo de leer el cuento ganador del concurso del diario El Nacional, que publico a continuación, autorizado por su autor Heberto Gamero, y me quedé conmovido. No acostumbro a hacer reseñas, ni a fungir de crítico literario porque prefiero enfocarme en mis escritos, sin embargo, lo haré, como cuando uno responde un email a un amigo.
Me conmovió por esa añoranza de las cosas buenas del pasado, por las descripciones de los sitios donde se entrenaban, también entrené en los mismos lugares, por el final de la historia. Tengo un cuarto lugar en un triatlón nacional en el año 1986, y un tercero en el Indoors Triathlon 1-2-1 en un gimnasio de Cleveland en 1992, y sé lo que se siente cuando uno compite y... ese miedo a la incertidumbre de lo que nos espera. Y el amigo Gamero con su fino lenguaje, supo plasmar ese dolor grato al comienzo, insoportable antes de la llegada a la meta, y la complacencia de culminarlo sin importar la posición, de la mano de la figura del brother que ya no está y de excelentes metáforas para llegar a esa otra meta: un cuento excelente.
Más que un homenaje al fratello es una alegoría que motiva a seguir escribiendo sobre estos temas y a continuar con el entrenamiento.
Mejor lean el cuento y saquen sus propias conclusiones
A continuación el enlace del cuento
Los zapatos de mi hermano

Apenas llego a su apartamento en Margarita y entro al cuarto donde él solía dormir veo sus zapatos de correr en el piso del closet: los de marca famosa y aire en la goma. Recuerdo cuando los compró; los tenía puestos y me señaló sus pies con cierto regodeo. Eran flexibles como un guante usado, tan blancos que deslumbraban, de cordones gruesos, suaves y unas líneas ágiles de color azul se deslizaban a los lados para terminar en el símbolo que nítidamente los identificaba. Fue un domingo en la mañana, en la reunión que tradicionalmente hacemos en casa de Tita, donde nos contamos los chismes de la semana y tomamos el imantado café con leche que prepara una de las muchachas. Aunque seas menor que yo, me dijo Gonzalo sonriente, con estos no podrás alcanzarme; nada los iguala, son tan livianos que no se sienten y el colchón de aire que encierra la suela ayuda a una pisada más suave, ya verás. Yo admiré los zapatos de mi hermano y reí con él, confiado, sabiendo que aunque un día se sienta con ánimos de dejarme atrás, siempre esperará a que yo lo iguale para cruzar juntos la meta.
Así ocurrió en el Maratón de Caracas en 1984. Durante meses nos preparamos .....

3 ago 2008

Los siete principios herméticos reseñados


El jueves pasado tuve una grata invitación a la presentación de mi libro en un club de lectura comandado por la joven octagenaria, historiadora Nora Bustamante. Me sentí muy complacido porque por ese grupo han pasado reconocidas personalidades del mundo artístico en todos los ámbitos. La presentación del libro 7 principios , 7 cuentos, un destino la realizó Heberto Gamero, el reciente ganador del prestigioso concurso de cuentos de el diario El Nacional y además estuvieron presentes varias escritoras reconocidas y ganadoras de concursos, incluída Krina Berg que fue galardonada el año pasado en este mismo. Por supuesto que la reunión fue muy amena, entretenida y nutritiva y me sorprendió haber recibido excelentes comentarios.

A continuación presento la reseña que realizó Gamero, con su permiso, de mi libro, ahora de ustedes:

Título: 7 principios, 7 cuentos, un destino.
Autor: Henrique Albornoz Miliani.

Hoy tenemos como invitado al escritor Henrique Albornoz Miliani, con quien analizaremos su libro 7 principios, 7 cuentos, un destino.
(Por decirlo de alguna manera, el invitado y yo tenemos en común que somos egresados de la misma promoción, ya que su libro fue mención de honor en el concurso Salvador Garmendia 2007, donde yo participé y obtuve también un reconocimiento. Así que somos compañeros de promoción).


Vamos con el análisis del libro.

Al leer la dedicatoria del libro el autor nos da un importante indicio de lo que posiblemente será el tema de la obra cuando dice: “Dedicado a la diosa del amor, Afrodita, mi protectora…” Y en esta última frase: “Mi protectora”, el autor nos dice también que tiene una singular forma de pensar, poco tópica, e invita a explorarla más a fondo por medio de la lectura de su obra.

En la página siguiente, el fragmento de carta enviado por un enfermo psiquiátrico a Carl Sagan, quien fue un científico especializado en el estudio del universo, y sobre todo la firma de dicho artículo que reza: “La conexión Cósmica”, una vez más nos pone en la evidencia de que estamos por leer un grupo de cuentos diferente, que pondrán a prueba nuestra capacidad de análisis y removerán cimientos morales y espirituales que posiblemente nos sorprenderán.

Ya en el prólogo se despeja la duda y se aclara con anticipación lo que será el resto del libro: se expondrá, por medio de historias, hasta cierto punto cotidianas, siete leyes o principios llamados del Kybalión. Principios obtenidos de un documento “hermético” escrito hace miles de años. Al leer la palabra “hermético” entendí que leería algo de corte esotérico, es decir, algo que no es comprensible para los que no están iniciados en estos estudios; cuestiones ocultas, reservadas, que probablemente con las narraciones de Albornoz podríamos llegar a entender. Se aclara en el prólogo que muchas de estas historias podrían ser tomadas como “fantasías o cuentos de camino”, pero luego advierte que “¿a cuántos de ustedes no les ha ocurrido algún fenómeno, alguna vez en su vida, que no tuvo explicación racional?”. Y si uno se detiene a pensar en esta pregunta, al menos en mi caso, mi respuesta sería sí, me han pasado cosas que no puedo explicar y que ha veces callo para no ser mal interpretado.
Los cuentos que narra Enrique en este libro son a mi modo de ver una excusa, por decirlo de alguna manera, para explicar los principios mencionados, para “una vez conocidos y empleados justamente, llegar a una meta o destino común: la autorrealización”. Autorrealización, algo que todos los humanos, consciente o inconscientemente, buscamos.

Veamos el primer principio y el primer cuento.

1) Principio del mentalismo. El loro negro.
Aparece un loro grande y negro llamado Negrón en la ventana de la casa del personaje quien en ese momento tenía 15 años. El ave olía muy mal, a formaldehído (mezcla que se utiliza para conservar cadáveres humanos), tenía un aspecto sobrenatural y se alimentaba de sangre, dado su bajo nivel evolutivo, explica después el narrador. El joven enfermo formula un deseo y lo anota en un papel (con este hecho de anotar su deseo, quizás sin darse cuenta, el personaje aplica el principio del mentalismo, al definirse como: “técnica de visualización aunada a reiteradas afirmaciones”). El muchacho entonces pide al cielo salvar su pierna a punto de ser amputada, lo que consigue sin mayores complicaciones. Luego de la recuperación El loro, o vampiro plumífero, como le llamaban, solía merodear por los predios de la casa del joven y repetía la palabra Kulshifucur sin cesar. El loro fue sorprendido y encerrado en una jaula con intenciones de venderlo, pero luego el mismo animal pidió la libertad. El personaje principal se condolió de su petición y lo dejó ir. Luego, por alguna razón, el loro desapareció de su vida para reaparecer muchos años después cuando el personaje, ya adulto, se encontraba en una zona peligrosa cerca de la universidad donde estudiaba en los Estados Unidos. Su carro se había dañado y el frío helaba todo su cuerpo, se encontraba en peligro. De pronto el loro apareció de la nada sobre el capó del carro, repitiendo Kulshifucur. Inmediatamente apareció un joven de tez oscura que bajó de un auto viejo y le ofreció ayuda (aparentemente fue guiado por el gran loro), lo ayudó y así nuestro personaje se salvó de morir congelado. El loro continuaba repitiendo la palabra Kulshifucur cuyo significado, develó su amigo David, quiere decir: “Todo es mente”. El personaje concluye que “el loro aparece cuando necesito cambiar los patrones mentales que atraen fatalismos”.El personaje guarda una pluma que se desprende del ave.
“―¿Y por qué si todo es mente, no me va como yo deseo? Le preguntó el personaje a un guía espiritual.
El guía le contesta:
―Porque no eres perseverante en tu aprendizaje de meditación, visualización y paciencia. Debes mantener una idea fija para lograr que la misma se materialice”.
Por otro lado le dice: “tu mente es como un océano y las olas son los deseos que has pedido; pienses lo que pienses en algún momento los verás cumplido…”
Luego se encuentra con un hombre negro en pleno páramo andino que casualmente se llama también Negrón y se aclara el enigma de la pluma que el personaje guardaba en su cartera, la que le entregó a este último para la supuesta conjuntivitis que afectaba al niño que lo acompañaba. Así desapareció la evidencia de la pluma. Sin duda el hombre era una especie de ángel de la guarda, al igual que lo era el loro, pero en otro plano de evolución, lo que se desprende de la afirmación: “Una de las formas en que el protector o ángel se manifestaba”.


2) Principio de correspondencia – El pájaro blanquinegro de la Y.

El personaje, haciendo ejercicio por una montaña de los Estados Unidos, resbala, cae y pierde el conocimiento (también en este cuento está la figura de un pájaro). Un anciano de cabellos blancos, un maestro celestial, apareció y le habló sobre los secretos de la vida. Le comentó que “las respuestas pueden estar en cualquier lugar si observas cuidadosamente en tu corazón”. “Tú no estás en el universo sino que el universo se encuentra en ti” “Tú puedes crear tu propio mundo, poner las reglas y atraer lo que te mereces”. “El tiempo es una ilusión”. “Yo tengo la libertad de elegir la ruta”. “Cuando tú decidas ser realmente feliz, no atraerás infelicidad”. “Como es arriba es abajo” “Todo se corresponde”. Finalmente el personaje ve su cuerpo yacer en la tierra y entra en él, recuperando de nuevo la consciencia. Este cuento se puede interpretar como un sueño producto de una meditación profunda. “Poner las reglas y atraer lo que te mereces” es la máxima que quizás explique mejor este principio.


3) Principio de Vibración- Eran las 9:25 pasadas.

Lolo manejaba hacia el oriente del país en un viejo Ford acompañado de un amigo pasado de tragos que dormía. De pronto una mujer y una niña pelirroja, a quien Lolo creyó haber visto en otro lado, aparecieron en el camino. Lolo, por la necesidad de distraerse, le ofrece la cola a los personajes. Buscando conversación, al preguntarle a la mujer qué hace viajando a esas horas de la noche con una niña, ella le dijo que viajaba sola, que a qué niña se refería. Él se queda confundido. Luego la mujer le lee la mano y adivina parte de su personalidad: es inteligente, le gusta estudiar, las mujeres y tendrá una vida corta. La mujer enciende un tabaco con la intención de ayudarle a combatir un “trabajo” que una joven le montó. Él le dijo que le interesaba saber el futuro y le pidió que le enseñara a leer el tabaco. Ella le dice que no lo puede explicar y agrega: “El verdadero futuro solamente lo conoce Dios…porque el futuro que podría ser es lo que vamos a cambiar”. A las 9:45 de la noche se desvían hacia un camino misterioso. A través de una viña llegaron a una casita. De pronto una hermosa niña, como de quince años, apareció por la puerta; era la misma que había desaparecido luego de entrar al carro. “Hoy lo que viste fue un reflejo de lo que quieres ver” (esta afirmación quizás puede explicar la polaridad), dijo la niña tratando de sacar a Lolo de su confusión. La niña resultó ser toda una experta en cuestiones ocultas y le explica a Lolo: “En el universo existen energías que se impregnan de las personas…así como también de los animales o de las cosas. Todas estas energías vibran a una determinada frecuencia. En el universo nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra. Cada cual posee un cuerpo de energía cambiante, dependiendo de su estado de ánimo, de sus pensamientos, de su alimentación, de su metabolismo…”. La niña le brinda una explicación acerca de la lectura del tabaco. Un fugaz romance surge entre ambos personajes, pero sin consecuencia alguna. Unos años después Lolo regresó a la zona donde encontró a la mujer y a la niña y nadie sabía de ellas. Luego, estando en su casa, se dio cuenta de que en uno de los cuadros colgados de la pared aparecía la viña y la casita de su sueño.


Principio de la Polaridad – Los perros de playa.

Un amigo le deja un relato a otro para que éste lo termine. Trata sobre las aventuras románticas de un grupo de amigos en Playa el Agua, en la isla de Margarita, durante el verano del 2004. Decepcionado de cómo han cambiado las cosas en la isla: drogas, prostitución, inseguridad, el amigo le dice: “Mira si puedes hacer algo, añádele una de esas leyes que tú me comentaste, y escribe que me marché a otras playas”. Luego comienza una detallada y bien narrada explicación de lo que son los perros de playa (leer pag. 113), en esencia, jóvenes delgados, melenudos, descarados, simpáticos, atrevidos, con pocos escrúpulos, que se dedican a cortejar a las extranjeras, turistas, que llegan a la isla a pasar sus vacaciones, con el único fin de llevarlas a la cama, aunque algunos terminan casados y emigrados. A través de una definición que el narrador da al perro de playa explica a grandes rasgos lo que es el principio del ritmo o péndulo: “El perro de playa, instintivamente, se desplaza de forma acertada entre los dos polos de un mundo dual: luz-oscuridad, objeto-imagen, sonido-silencio, cazador-presa, ebrio-sobrio”. Al comenzar la narración del encuentro con dos chicas irlandesas (autor original) el amigo que está tratando de arreglar el cuento introduce elementos de la ley en cuestión. Por ejemplo: “Sentados en una mesa situada en la arena…” (dice el autor original). Luego: “Y aprende a mantenerse en algún punto intermedio sin llegar a los extremos” (claramente dicho por el nuevo autor, es decir, por el amigo que está modificando el cuento). Y así sucesivamente. Creo que es uno de los cuentos más interesantes desde el punto de vista de novedad literaria. Algunas otras ideas intercaladas en medio del relato son: “Todo tiene su par opuesto”. “Los semejantes y los antagónicos son los mismos y los extremos se tocan” “Todo es y no es al mismo tiempo”. “Donde encontramos una cosa encontramos también la otra…y sus opuestos”. Cierra con “Para avanzar o crecer es importante saber manejar las polaridades entre las que nos movemos”. El cuento termina con el expresivo ladrido de un perro triste.

Principio del ritmo- El bombero pirómano y el péndulo.

Este relato cuenta la historia de Zaby, un jefe de bombero aparentemente profesional y entregado con honestidad y dedicación a su trabajo, es realmente un enfermo que busca ayuda en su amigo (Riky) estudiante de psicología que lo lleva a la consulta de un maestro. El narrador intercala entre guiones pensamientos como: “Todo asciende y desciende”. “Todo fluye y refluye en la naturaleza”. Dada la complicada personalidad de Zaby, Riky, decide ayudarlo mediante la aplicación de metafísica a fin de entender mejor la psicosis maníaco depresiva que le atribuye a su amigo.
Dice el narrador: “El destino lo arrastraba en una dirección y el intentaba oponerse”. A un llamado por un accidente en la autopista introduce el pensamiento: “Todos los fenómenos de la naturaleza, incluidos los hechos históricos, son como algo vivo que nace, crece, se desarrolla y muere…, desde las vibraciones de la luz hasta los más lejanos fenómenos planetarios”. Mientras trasladaban al herido al hospital a toda velocidad el narrador dice: “Todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento a la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda, el ritmo es la compensación”. Luego presenta el caso de tres menores perdidos en el Ávila. Uno de ellos, muy asustado, asegura que un duende les había robado un cuchillo y que posiblemente regresaría para matarlos. El narrador afirma: “Existen duendes habitando en todas las montañas costeras y que uno de ellos, de nombre Kron, es el encargado de cuidar cierta zona en el Ávila”. Zaby aparece de improviso dando muestras de locura mientras perfora una tubería de gas por la carretera a oriente. Como se dijo, implora ayuda a Riky quien lo descubre en el hecho. Visitaron a un maestro de nombre kahuna. Zaby le confiesa a su amigo que la mayoría de los incendios que habían atendido cuando estaban en el grupo de bomberos fueron creados o simulados por él mismo en retaliación porque su grupo no era tomado en cuenta como era debido por los organismos del estado. El maestro le explicó que lo trataría con una imposición de manos pero sin tocarlo. Al medir las vibraciones de Zaby mediante radiestesia sobre un papel graficado, Riky intervino: “Los seres humanos promedio siempre nos encontramos emitiendo vibraciones de baja densidad debido a que hemos dado demasiado poder a nuestros sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, que son los que emiten las bajas frecuencias, casi siempre en el plano inconsciente. Por eso no podemos dejar que toda nuestra consciencia sea dirigida por nuestros sentidos. El ritmo de frecuencia normal es del orden de unos 20.000 ciclos por segundo (la llamada consciencia social). Al vibrar a 100.000 ciclos se logra la llamada consciencia divina”. (¿?). “Una persona que se encuentra pobre o enferma emite vibraciones de frecuencia bajas del orden de 10.000; si no logra un cambio de consciencia, a pesar de lo bondadosa o piadosa que pueda ser, no puede tener acceso a la riqueza o la salud”. Finalmente Zaby recupera su nivel óptimo de vibración y concluye el narrador: “Sí es posible cambiar el propio destino”.


Principio de causa y efecto - Máxima velocidad.

Logroño es un personaje realmente malo. Solía ofrecerle colas a las personas, generalmente mujeres, entre Valencia y Maracay para luego de forma perversa asustarlas acelerando al máximo y frenando bruscamente. Los pasajeros se tenían que tragar cualquier reclamo pues él dejaba ver en su cintura la cacha de un revolver que parecía de verdad. Un día le ofreció la cola a una anciana que iba al médico a verse una afección del corazón. Fue tanta la impresión de la mujer con las frenadas y aceleradas de Logroño que murió casi al instante. Reportó la muerte y quedó libre como si nada. En otra oportunidad se detuvo a recoger a otra mujer vestida de negro y con la cabeza cubierta por un pañuelo también negro. Su placer por ver sufrir a los demás sería satisfecho una vez más. Al entrar en el túnel vio con terror cómo un carro venía a toda velocidad por el mismo canal que él transitaba. Temblando volteó a ver a la mujer de negro que ya no tenía el velo sobre la cara y se dio cuenta de que era la misma mujer que había muerto en su carro pocos días antes. Luego se narran algunas escenas cotidianas que supuestamente vive Londoño entre un grupo de amigos, pero la verdad es que ya estaba muerto. Había fallecido en un accidente de tránsito dentro del túnel y su rostro estaba cubierto con un velo negro. Aquí se podría aplicar el refrán: “Con la vara que midas, serás medido”.
En una parte del cuento se define la ley con claridad: “Todo efecto tiene su causa, todo sucede de acuerdo con la ley; la suerte no es más que un nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de causalidad, pero nada escapa a la ley”.
Para cerrar este principio me gustaría leer un poco el pensamiento de la página 238.


Principio de generación - ¡A su orden…señor¡

Tiene que ver con la procreación. Huascar pasó su vida dedicado al sexo y dejó más de cincuenta hijos en su larga carrera de romances. Tenía predilección por las domésticas jóvenes, a quienes hechizaba desde que lo veían. Él decía que no era su culpa, que eran los genes, que las mujeres lo perseguían, que era herencia familiar el ser tan atractivo, y que mientras más hijos tuviera más ayuda recibiría en el futuro. Cuando alguien le reprochaba su paternidad irresponsable el decía: “Creced y multiplicaos”. Decía que era practicante de los principios oscuros y por lo tanto debía ser fiel a los principios de generación hermético. En el cuento se establece una alegoría con respecto a un robusto toro que servía de semental a las “terneritas” del valle. A pesar de todo Huascar también meditaba. Una vez en una montaña se sintió complacido al recordar textualmente el principio de generación, que por muy obvio que parezca afirma: “Nadie puede existir sin el principio de generación, o sea sin su padre y su madre”. Más adelante dice: “El principio de generación se manifiesta en toda su grandiosidad en la variedad de plantas, de animales, abundancia de agua…y todo por la fusión del principio masculino y femenino”. Finalmente Huascar parece cambiar. Volvió con Rosita, su primer amor, hizo las pases con su suegro y se dedicó a la vida familiar. Pero el principio de generación es más fuerte de lo que uno cree y las intenciones de Huascar fueron maltrechas al llegar una prima de su esposa que la cuidaría mientras pasaba un embarazo.

La narrativa en general es impecable. Es un libro muy original donde se modifica sin timidez los preceptos del cuento moderno como lo son la brevedad; uno, máximo dos personajes; un conflicto único y un desenlace sorprendente. Quizás con esta serie Albornoz inventa una nueva forma de contar cuentos.


Hagamos algunas preguntas:

Como vimos el currículum de Henrique es muy variado: ingeniero biomédico, parapsicólogo, peón de granja, agente de turismo, proyectista petrolero y ahora escritor; actividades que tienen poco en común.
Le preguntaría:
-¿Cómo te ha resultado ejercer labores tan disímiles?
-¿Eres un iniciado?
-Sobre estos temas podrimos estar hablando toda la vida, pero, ¿has encontrado las respuestas que buscas en las leyes que describes en tu libro?

Heberto Gamero (31-07-2008)


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