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5 jun 2008

La ley de polaridad y la literatura


En algunas entradas he asomado algo de lo que trata la ley de polaridad. Entre todas las leyes o principios herméticos se expresa que éste es el más evidente en nuestro día a día.
Este principio plantea que todo en la manifestación está sujeto a la polaridad. Todo en el universo tiene dos polos. Algunas polaridades son reconocidas fácilmente, por ejemplo; el día y la noche, el amor y el odio, arriba y abajo. La diferencia entre esos polos es su nivel de vibración. El todo, el absoluto, no posee polos, es una unidad que no está sujeta a este principio. Entre esos polos hay infinidad de grados y la frontera entre ellos es relativa, no sabemos con exactitud dónde comienza el calor y dónde empieza el frío. El hermetismo plantea que la polaridad se ilustra en forma de un círculo, porque los extremos "se tocan". De esta manera, los extremos o los opuestos no son contrarios, sino complementarios. Estos poseen la misma energía.
En una entrada publiqué uno de los capítulos del cuento Los Perros de Playa, que tiene como telón de fondo este principio y a la vez se entremezclan dos narraciones como tratando de hacer un juego literario con esta ley.
En nuestro diario vivir podemos observar la polaridad y tenemos la posibilidad de poner a trabajar el principio a nuestro favor. El hermetismo expone que todo lo que existe y las experiencias que pasamos contienen ambos polos (positivo y negativo). Según se expresa en el Kybalión, "la mente, así como los metales y los elementos, puede transformarse de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración." por lo tanto, el hermetismo propone que podemos transformar esa energía en otro estado y podemos escoger en cuál de ellos deseamos permanecer. A este cambio consciente de un polo a otro la tradición hermética le llama transmutación.
Este proceso puede lograrse en cualquier plano. Veamos algunos ejemplos
En el plano emocional utilizaremos el ejemplo la experimentación del miedo. El miedo es una emoción que podemos sentir cuando desconocemos qué puede ocurrir ante una eventualidad. Si en alguna ocasión nos toca presentarnos ante un público podemos colocarnos en el polo de la valentía precisamente enfrentado el miedo, y presentarnos ante grupos pequeños para luego poco a poco aumentar el tamaño del grupo. Este ejemplo nos ilustra cómo sería en el caso que se desee trabajar con el miedo. Tomemos en consideración que el hermetismo promueve el desarrollo personal, pero es la persona quien decide en cual polo quiere permanecer.

En el plano literario, lo que le compete a este blog, pongamos de ejemplo dos obras producidas para la misma época, finales de la II guerra mundial, escrita por intelectuales que vivieron su conflicto personal relacionado con sus ideales y que crearon dos narraciones de renombre mundial; sin embargo, la emotividad, las expresiones en que se basan los hechos, los personajes, el tono del autor, son totalmente opuestos. Uno se mueve en el polo del amor sublime, de la inocencia, el otro en el polo del amor egocéntrico; uno muere para reunirse con su amada rosa, el otro mata a la que cree que ama porque fue la que entendió un detalle que más nadie captó de una pintura. Si ya los leyeron ya saben a cuales relatos me refiero,uno es El Principito de Exupery el otro El túnel de Sábato. Ambos se pueden bajar desde este blog, ya antes los he reseñado. Son dos obras que no guardan relación entre sí; aunque se escribieron en el mismo momento histórico y los autores tenían similar edad. Son dos joyas aceptadas por el público porque tocan la fibra del lector, aunque como dije anteriormente vibran en dos polos muy opuestos. Esto es lo extraño de la ley de polaridad, no quiere decir que algún extremo sea mejor que el otro, sino que debemos saber en cual extremo queremos estar y movernos hacia él. Por ejemplo el Principito con toda su inocencia y su brillantez se deja morder por la serpiente por amor a su rosa, en la otra Juan Pablo Castel confiesa abiertamente su crimen y lo justifica porque lo hace por su amor.
El gran libro de El Kybalión, cita textualmente:
"Todo es doble; todo tiene dos polos; todo su par de opuestos; los semejantes y
los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza pero
diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son semi verdades;
todas las paradojas pueden reconciliarse"

En el cuento Los perros de Playa se funde ese concepto en la literatura. A continuación coloco un fragmento de un capítulo donde se expresa este principio en lo que se refiere al movimiento entre dos polos físicos, así como el acercamiento emocional

II
Arriba─abajo, este─oeste, adelante─atrás

‘Cinturón de espumas el Caribe Mar’: hermosa frase del himno neoespartano. Anoche, mis ínfulas de conquista se desvanecieron cual retahíla de pompas de jabón. Cinturón de palmeras a lo largo de la costa. ¡Tremendo error!: una pulga en la oreja, orín en el árbol equivocado, un gruñido al amo. Y entre palmeras, los nocturnos locales de conquista ocupan su espacio, cual los ojales de ese cinturón. Debe evitarse a toda costa conversaciones sobre política o religión. Arriba Helios arrima su látigo blondo sobre nuestras húmedas espaldas. Es ventajoso conversar sobre asuntos que no causen división. En el fondo, tímidas estrellas aplanadas se ocultan en la suave arena. Y es fundamental tener buen humor en hondura junto a la estrella de permanecer alegre. Hace rato pasó una “agua mala” rozando mi tabla. ¡No matter what!, así como me dijo mi amiga francesa. El agua semeja un cristal fundido hoy. Cuando llevé a la irlandesa a la casita vecina del Guayamurí ─pequeño Fujiyama de copete escarpado─ le pregunté sobre su religión, y se disgustó. Transparente, con olas perfectas; la marea barrió las algas anoche. Hubiera sido preferible hablar sobre sus gustos ─otra norma─ y tratar de complacerlos. Una sombra me roba el sol por unos momentos. Cuando ellas gustan de las aventuras se deben llevar a una discoteca, o montarlas en la banana, en los ultralivianos o en las motos de agua. Allá arriba: un pasante ultraliviano con una cola publicitaria invitando a una fiesta. La ventaja de las discotecas es que no tienes que hablar mucho. El diáfano aire parece acercar a Los Frailes. Y existe mayor acercamiento físico. Más atrás, dos pelícanos se dejan caer como grises mangos de hilacha en un jardín azulado. Otra de las condiciones “perrunas” es mantenerse en buena forma. Uno levanta el vuelo con su “presa” en el pico, el otro perdió la suya. Para mantenernos así, tres de nosotros surfeamos. Lebrel rubio, equilibrio en plano, agua “glass”, naturaleza expuesta... y nosotros pasillaneando sobre las olas. Chucho fue campeón infantil. Mientras esperamos una buena ola, un “ladrido” interrumpe mi contemplación: “¿y qué pasó anoche después que nos separamos?”. También manejo bicicleta antes de ir a surfear. “Lo que comienza mal, termina mal”, respondo. Lolo no ha llegado aún, pero en la playa su tabla lo espera bajo de la caseta de vigilancia de Chuíto. “¿Y qué quieres, guevón, comer lomito todos los días?”, me dice. Y cuando la tarde cae, la jauría entera hace unos ejercicios de barras paralelas en la playa. “¿Muerto, quieres misa?... y a ti ¿cómo te fue?” Eso sí, cuando no hay nuevos huesos para roer. “Bien, nos fuimos para la casita playera y cuando ya estábamos para el momento culminante...” Es condición necesaria ser joven y tener un don, gancho, o punto fuerte. ¿Qué…?, le pregunto al momento de acercarse una ola cristalina reventando hacia la izquierda. Y saberlo reventar. Ya Chucho se encumbró en la cresta, y escucho que dice en efecto Doppler: ‘que asco; tenia un peleroooo’. De lo contrario, no pocas te dejan el pelero y se dejan roer por otro lebrel. La frescura del agua me cobija, volteo y sólo veo a un jinete de pie alejarse. La edad de un perro de playa oscila entre los diecinueve y treinta y cinco años. Ahí viene mi ola, ésta revienta hacia la derecha. Aunque todos somos jóvenes, yo soy el mayor y recién pasé de los treinta. Me voy. Cuando uno pasa de esta edad, la probabilidad de caza disminuye con las chicas muy jóvenes. Qué placer se siente al subirse a la tabla, tanto como besar a la chica que te gusta. Pero con buena labia –el aullido atinado─ levantas a las mayorcitas: el “target” ideal. Hay que empujar los brazos hacia abajo para poder levantarse. Aunque, como dicen: la experiencia hace la diferencia. En el momento en que la ola te comienza a llevar, te paras en la tabla, el pie trasero te sirve de timón y el delantero para maniobrar, y generalmente se da la cara ante la rompiente ola. Así, Chucho el hogareño, que nunca ha salido de la isla, con sus ojos verdes contrastando a una bronceada cara, mantiene una ingenuidad oculta, cual Lassie, que sabe aprovechar. Arqueas un poco las piernas para buscar estabilidad. Lolo se estabiliza con unas greñas refinadas de galgo Afgano, su mirada de yo no fui y su atlético torso de Boxer. Eso sí, la tabla debe soportar tu peso. Fucho tiene sus metros noventa y tantos y su carta bajo la manga cual Gran Danés, qué digo: su brontosauro bajo la anaranjada ‘hamaca de hilo’. Y !ya está¡ dejas que la ola te pasee moviendo tus caderas en sincronía. Beto, la simpatía de un "salchicha", tiene la fisonomía propia de un margariteño, hijo de guayacanes; y sabe explotar sus rasgos exóticos… para las extranjeras. Finas gotas de agua adormecen al calor del rostro, el agua te persigue para engullirte, el olor a alga con yodo, el sabor a sal impoluta, y esa sensación de... Libertad. La esclavitud hacia el ejercicio físico me permite mantener una figura tallada a fuerza de sudor y dolor, cual entrenamiento de Dobberman. Disfruto al máximo de la ola y la abandono antes de que se extinga. La emoción de la cacería es similar a la de surfear. Chucho me dice: “tranquilo, que tú no fuiste el único rebotado”...


Ahora volviendo a Sábato en su ensayo El escritor y sus fantasmas, dónde él mismo nombra a Exúpery y menciona, con o sin intención, este principio de dualidad: esperanza-desesperanza, muerte-vida, soledad-comunión, pesimismo-idealismo.
Nada es casualidad, amigos, transcribo un fragmento de su ensayo:
El hombre no sólo está hecho de desesperanza sino, y fundamentalmente, de fe y esperanza; no sólo de muerte sino también de ansias de vida; tampoco únicamente de soledad, sino de comunión y amor. La obra de Saint Exúpery muestra cómo la literatura puede ser profunda y no obstante estar impregnada de cálidos sentimientos positivos. Dijo Nietzsche que un pesimista es un idealista resentido. Si modificamos levemente el aforismo, diciendo que es un idealista desilusionado, de ahí podríamos pasar a sostener que es un hombre que no termina nunca de desilusionarse; ya que hay en la condición psicológica del idealista una especie de inagotable candor. Y así como la desilusión nace de la ilusión, la desesperanza surge de la esperanza; pero una y otra, desilusión y desesperanza, son, curiosamente, el signo de la profunda y generosa fe en el hombre."

Ya en el mismo ensayo anticipa lo que será el futuro de las novelas que resonarán, a dónde los que pretendemos se nos lea debemos enfocar nuestra escritura

"... Pero ahora, cuando las guerras totales y los totalitarismos nos han traído al caos universal, la novelística busca inconscientemente una nueva tierra de esperanza, una luz en medio de las tinieblas, una tierra firme en medio de la gigantesca inundación. Se ha destruido demasiado. Y cuando lo real es la destrucción lo novelesco no puede ser sino la construcción de alguna nueva fe. Si esta tesis es correcta, no es arriesgado suponer que en los años próximos la novela que más resonancia tenga en el corazón de los hombres sea la que, de alguna manera, sea capaz de suscitar una nueva (pero genuina) esperanza.”



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